Reconozco como constante mi interés por la ruptura que llegó de la mano de Kenzaburô Ôe a la literatura japonesa. Sin embargo (esquivandolo convenientemente), la primera y sustancial referente de la influencia de Kenzaburô en la corriente femenina de la literatura japonesa (onna de) es Yôko Ogawa (1962-). Los contactos entre Ôe y Ogawa son reiterados y explícitos, sin ir más lejos podemos ir al punto que aquí nos reune: El embarazo de mi hermana (Ninshin karendaa, 妊娠 カレンダー).
Esta novela de Ogawa fue de gran impacto por dos aspectos: Recibió el premio Akutagawa, el más prestigioso de Japón; y generó un movimiento editorial que se vio reflejado en los medios del país, debido a que el título de la novela daba a pensar en un diario de embarazo naif.

El embarazo de mi hermana tiene un lineamiento claro que lo asocia indefectiblemente con Una cuestión personal (個人的な体験, Kojinteki na taiken) de Kenzaburô Ôe. La crudeza de sus historias se funda, en primera instancia, en una formulación de la familia como un ente reducido y asilado de otras familias. En instancias posteriores podemos observar la costumbre permanente del silencio, fundada en una introspección que lleva a recordar cuestiones anteriores relacionadas con la liviandad y lo anecdótico. Y en última instancia, nos encontramos con aquello que, en lo profundo, condena al ser humano y lo somete bajo las extrañas cualidades que lo identifican y conformas: la maldad (o negligencia) que conlleva a la muerte.
La tradición canónica de la belleza en Japón ha sido (y será) una constante en el estílo de su literatura. Autores como Kenzaburô y Ogawa forman parte de una línea de ruptura de ese estílo y tradición: crudeza, cotideaneidad, realismo, sentimientos reales agobiados por una carga social y cultural que los supera. El hombre que se encuentra en la encrucijada que alguna vez se encontró Japón: reformular una postura cultural para diseñar una modificación posterior a una tradición que se mantiene en movimiento, a un ser que se mantiene en movimiento.
Hace poco tiempo la editorial Tusquets editó un nuevo libro de Haruki Murakami: De qué hablo cuando hablo de correr. La incesante costumbre de editar uno tras otros los libros de Murakami (sin lugar a dudas, por el éxito en sus ventas) ha generado que sus obras se editen en forma dispar e indiscriminada. De todas maneras la venta de estas es sostenida y garantiza una buena inversión en sus ediciones hispanas.
Ahora bien, el caracter literario de este libro es menor ya que, casi como si se tratará de mera propaganda de bienestar social, el libro habla del intenso e inmenso deseo de correr que tiene Murakami. Las justificaciones de esta afición (decir hobbie parece un error después de haber leido el libro) son numerosas, pero Murakami no deja de explicar como todo lo que envuelve a correr hace que su vida sea más llevadera y sea completamente natural. Del mismo modo, este ejercicio se complementa con su ejercicio literario y, en cierta forma, va a la par de su carrera literaria: inesperadamente se fue acercando al profesionalismo.

Está cuestión de lo natural y el mens sana in corpore sano me recordó a Yukio Mishima, quien en sus épocas más gloriosas desarrolló un gusto por el fisico culturismo y el cuidado corporal que lo llevo a pensar en eso tanto como en lo literario. Ambos han vivido bajo el espacio en el que el cuidado del cuerpo va de la mano con el cuidado del intelecto. Y los desarrollos de los mismo conforman al hombre completo y, también, lo acercan a la tradicional escuela de pensamiento del 武士道 (Bushidô) largamente resagada.
Vale aclarar que este libro viene con una contraindicación que no figura en ningún lado: hace un recuento sobre distintas obras desde sus origenes y que, en gran parte, no tienen edición en español (Pinball, 1973, Underground o Dance dance dance, por ejemplo). Así, el lector se encuentra en la encrucijada de leer aquello que ni siquiera conoce por nombre pero que parece fundamental para la lectura de este libro.
No es un libro fundamental en el conjunto conceptual Murakami, sin embargo ayuda a crear ciertas lineas de constelaciones entre algunas de sus obras y, sin lugar a dudas, dan ganas de correr.